Paré la oreja y escuché que quería hacerle preguntas acerca de la prevención del VIH. Y comenzó con lo típico. La mujer, corpulenta y malhumorada, alzaba la voz cada vez que alguna respuesta no le parecía, sólo repitiendo a toda boca la respuesta (súper discreta la señora).
Ante la pregunta "¿ha visto la campaña del SIDA del Gobierno?", mi cuñado respondió que "no" y ella con su tono de voz amenazante le dice "¡cómo que no!, ¡la que daban por la tele!"...esa era la última pregunta. Después el ayudante de la gorda le regaló un condón al Pablo y yo no pude quedarme callada...
No va en mí confrontar a la gente, menos a la gente grande, gorda, con cara de poco-amiga pero esto me pareció incorrecto. Le dije que no debía estar induciendo las respuestas de la gente, que así no funcionan las encuestas (me escuchaba a mí misma y tenía ganas de callarme la boca pero no podía).
El ayudante de la encuestadora sólo asentía con la cabeza. Su mirada de odio me penetró pero atiné a decirle:
"Tómelo como un consejo, no tiene pa' que enojarse" y la señora siguió caminando hacia el próximo encuestado que, a juzgar por el día, lugar y hora, no tendría ninguna gana de contestar su encuesta.
¡Qué difícil! pero supongo que los estudiosos de las encuestas sabrán darle el valor justo en sus resultados...
Etiquetas: relato
Te imagino parándole el carro a la sra. corpulenta y me da risa, porque me ha pasado que cuando me sacan los choros del canasto, y estoy en la situación de hacer pública la molestia, hay que puro hacerlo no más.
Por lo general las encuestas son así, o bien te dan a escoger entre algunas respuestas (y no siempre está la que a uno lo representa), o bien pasan cosas como la que te tocó.
Aurazos y sigamos en nuestra cruzada por conquistar el mundo. :P