Una historia simple
28 junio, 2006
Ese día nos encontramos los tres en el Terminal de Buses, como habíamos acordado. Yo llevaba mi mochila scout (en realidad, tipo scout) y los chicos llevaban bolsos. Yo llevaba saco de dormir y los chicos creo que solo llevaban sábanas.
Primera vez que viajaba en un diminuto espacio por más de doce horas seguidas, de noche. Me senté con la Marce y Felipe se fue atrás solo (¿o bien acompañado?, no lo recuerdo en realidad y esa es una historia trasnochada y copeteada). La bajada al día siguiente fue traumática: en la berma, carretera 5 sur, un carril por sentido, viento helado y ni idea de adonde quedaba el hospital. ¡Ah!, ¿no lo había dicho?siete de la mañana. Destino: Frutillar.

Para algo que sirviera la mochila. Mientras mis amigos arrastraban el bolso, yo caminaba con mi mochila y saco de dormir al hombro. Aquí ellos me maldecían por no haber querido viajar en auto.

Recepción: me pareció sospechosa tanta sonrisa en el director y en los agregados.( Nota al margen: no me gusta la gente que no me conoce que sonríe demasiado, denota malas intenciones).
Nos llevó a nuestras habitaciones. Algo helada, pensé para mis adentros. No había calefacción en esa ala del hospital y era pleno invierno. ¡Qué bueno que llevaba saco de dormir!. Lo podria poner debajo de la frazada. Apenas se fue el director, tocaron a nuestra puerta. Mi amigo, al ver lo gélido que era su dormitorio, venía arrastrando el colchón hacia nuestra habitación. Nos pareció adecuada su idea de que se quedara con nosotras, cualquier cosa, estaríamos los tres juntos y no habría que andar paséandose por el helado lugar. Aprovecharíamos para ponernos al día con las historias de la U, del hospital y todo lo que no habíamos podido conversar, por falta de tiempo, los 4 meses anteriores.

Como supusimos, éramos los únicos forasteros en Frutillar en pleno invierno. Salimos a reconocer el lugar, caminamos hacia el lado costero primero y después hacia el llamado, Frutillar Alto. La gente era poco delicada para disimular y mientras caminábamos por las calles, veíamos como corrían las cortinas para ver a los “tres caminantes, errantes” que venían a deambular por el pueblo (inmensamente aburridos al segundo día cuando captamos que el pueblo estaba casi muerto).

Desarrollo del problema: el gran problema fue que nosotros no íbamos a trabajar al hospital. Desde Santiago nos habían mandado a hacer un trabajo de salud pública y debíamos desarrollar esa veta. No ver pacientes. Al director le pareció pésimo y ya era tarde para echarnos a la calle. Mal que mal, estábamos ocupando gratuitamente sus habitaciones sin “retribuirle” con trabajos forzados.
Parte de nuestra misión en la zona era turistear. La Turistel salvó, pero cuando no tienes mucho que hacer en un pueblo donde todo cierra a las 6 de la tarde, lo único que queda es leerte la historia y geografía del lugar, los pueblos aborígenes, los recorridos de los buses, las picadas varias. Todo eso lo hacía yo. Desde mi cama, con toda la ropa encima y con mis amigos en sus respectivas camas, yo leía lateramente la historia del lugar, los interrogaba y entre medio planéabamos hacer las encuestas y una vez, conocida la zona, arrancar lo más rápido que se pudiera a Santiago.

Todo iba relativamente tranquilo, con visitas al registro civil, consultorio, liceo (donde a mi amigo casi se lo devoraron las colegialas. Nunca habian visto parece a un gordito blanquito que decía ser doctor) y a los restaurantes alemanes de rigor, donde comimos las más ricas onces, bifes, papas fritas, dulces, etc. El tour incluyó Puerto Varas y su majestuosa vista del lago Llanquihue, Puerto Montt con su lluvia con viento y Angelmó con el más rico curanto que haya probado.
Nos faltaba el paseo a Valdivia (a unos 80 km del lugar). Elegimos el dia domingo para ir porque el viaje sería un poco largo. Mala fue la sorpresa al ver que nos habían dejado encerrados en el hospital: nuestra pieza estaba en el segundo piso del ala administrativa y no se comunicaba con el ala de los enfermos ni menos con la Urgencia por donde se podia salir por la puerta, como hace la gente normal cuando quiere ir a la calle. Aplicamos plan B: uno abria la ventana, el otro saltaba para afuera y la otra, o sea yo era recibida por su partner abajo. Esto le daba emoción a nuestra aventura en el sur, como emisarios del trabajo más fome que hicimos en la U. Por supuesto que me tiré de la ventana para afuera y mi amigo no me agarró bien y caimos los dos al lodo. Casi prófugos, entre risas y rabia por la venganza del director, decidimos en ese minuto que dos días después nos largábamos a Santiago, aunque hubiera que correr y escaparse de mala manera.

El paseo a Valdivia fue bonito, aunque la mitad de la ciudad estaba cerrada porque era día domingo. Pero eso es para otra historia.

¡Ah! Antes que se me olvide. Habían unos perros que no sé por qué, cada vez que pasábamos con los paraguas abiertos, nos salían persiguiendo y nos trataban de morder. Como soy exagerada, según yo eran unas bestias salvajes, pero la otra vez vi una foto y eran unas porquerías enanas de perros que con una patada, salían volando. Bueno, el terror me cegaba (¡claro!). No quería más con esos perros y yo apoyaba la moción de devolverse a Santiago, con el escaso material conseguido. Con tanto viaje turístico, se nos había acabado la plata y ya estábamos más que congelados y aburridos. No mencioné y no quiero ser malagradecida, la comida del hospital era pésima.

Vi un teléfono en la calle, la famosa Costanera, desde donde el Volcán Llanquihue nunca quiso mostrarse, una tarde oscura y fría. Marqué y comenzó a nevar. No sabía si llorar o reirme porque estaba nevando, no sabía si tenía frío, pena o alegría.

El escape: por supuesto que al director se le desencajó la cara cuando le dijimos que nos íbamos. No le vimos ni un solo paciente y no pudo mandarnos a hacer ningún trabajo sucio para agregar a sus antecedentes (a esa altura de la vida de un director, lo único que quiere es irse de ahí y volver a la ciudad a hacer su beca). Amenazó con las penas del infierno y como lo sospechábamos, nos volvió a encerrar. Ya conocíamos la ruta y el modus operandi. La escapada fue realmente cuática, con patadas al perro incluida, saltadas por la ventana, tiradas de mochila para abajo y correr por nuestras vidas.

Escena final: los tres haciendo parar al bus, en la berma de la carretera. Arriba del bus, juramos que volveríamos a Frutillar, en verano y con plata. Y así lo hice yo, volví.
divagaciones de eat-desserts a las 10:03 p. m. | 10 guiños
Anoche soñé...
25 junio, 2006

Anoche soñé que se me quebraban los dientes. No sé, llevo mucho tiempo soñando toda clase de cosas con mis dientes.

Antes soñaba que se me quebraban las paletas al mascar algo. Otras veces soñaba que se me quebraban las muelas. También he soñado que se me sueltan y se me caen.

Siempre he tenido mis asuntos con los dientes. Usé frenillos toda la enseñanza media, de esos que parecían parachoques de camión. Horribles, metálicos, nada de glamorosos. Me los sacaron y anduve bien por muchos años pero mis sueños persistían.
El año pasado, después de evitar la visita al ortodoncista por tres años, volví obligada porque se me habian separado tanto los dientes de adelante que mis muelas estaban muy apretadas y mis encías sufrían. Volví a los frenillos pero éstos eran más elegantes y eran color diente y no se notaban tanto. Bueno, cuando tomaba vino tinto o tomaba mucho café, se teñían y se veían oscuros.

Hubo un tiempo que soñaba que iba al trabajo en jumper de colegio. Despertaba mal, agotada y preocupada. Obviamente una vez vestida, chequeaba que efectivamente iba con ropa. Bastante ridículo si pienso que hace muchos años que no hay vestigios de uniforme de colegio en casa.
Una tía una vez me dijo que eso significaba que yo me preocupaba de que la gente me viera como una niña chica, que yo pensaba que así me veía la gente en el trabajo. No estaba equivocada mi tía, eso era algo que siempre me había preocupado desde que entré a la U. Dejé de pensar un día en eso y los sueños se acabaron.

Anoche, la pesadilla era que se me adelgazaban tanto mis dientes, que su fractura era inminente. Por supuesto que el sueño incluye el llamar a la consulta del dentista y que ésta está llena y no me pueden atender. ¡No hay salud!.

Alguien me podría decir ¿qué diablos, quieren decir estos sueños?.
divagaciones de eat-desserts a las 9:14 p. m. | 20 guiños
Mis ellos
19 junio, 2006
Ellos en mi vida son pocos pero buenos.
Recuerdo como si fuera ayer esas noches cortas haciendo esas muestras de género con mi papá para la clase de técnico manual, porque mi mamá a veces trabajaba en la noche y no daba abasto con la casa, el trabajo y las tareas. Santa paciencia me tenía porque yo siempre he sido un tanto complicada y los generitos sacaron lágrimas mias. No por él, sino por la profesora que me lo rechazó porque no era lo que ella quería. Aquí no recuerdo más detalles, sólo recuerdo que llegué llorando a la casa porque la señora me habia puesto como un 5 (para mí más que una afrenta) y mi papá fue al colegio a alegar. Obvio, si él se había quedado la noche anterior hasta tarde ayudando a recortar telas y buscando información en las enciclopedias y fotocopias que tenía en la casa.
Me pongo en su lugar ahora y realmente no entiendo de adonde sacaba ganas para ayudarnos a veces con las tareas y el estudio. Bueno, no tenía mucha paciencia tampoco, se le acababa rápido. Como las veces que estudiábamos geometría y no sé por qué yo no podía poner la escuadra en posición correcta para marcar el ángulo recto, y un escuadrazo en la cabeza me gané.
Me imagino en su lugar, estudiando en la U, con una cabra chica mañosa como yo. Después con dos niñitas en el colegio, medias peleadoras, gritonas, una media matona, la otra llorona.
Hace como ocho años todo cambió. No creo que para mal. El quiebre y el alejamiento trajeron una renovación total de nuestra relación. Aunque es muy duro que te digan que tienes que entender porque eres grande (yo entendía igual sólo que no predecía que los siguientes 2 años serían muy difíciles). No lo vi en ese tiempo ni hablé con él ni nada. Un día volvió a la casa y me saludó como si me hubiera visto ayer. Comprendí que no había nada que perdonar, nada que recriminar, sólo seguir adelante.
Ayer, pensé que iba a ser como antes, como el escuadrazo aquél: fuimos con miss Lee a ver los partidos de fútbol a la casa de Orlando y me robaron el espejo del auto. Y nada, me dijo que tenían un dato con mi hermano y que fuera no más a comprarlo. Nada de insultos, nada de retos, nada de esas cosas desagradables que me hubiera dicho antes, porque la culpa fue mía.

Mi hermano, el Criko. Otro tipo simpático, es de esas personas que por más embarradas que se manden, no te puedes enojar con ellos. Tenemos hartos años de diferencia y no se sienten. Cuando chico era muy malo, de los que te tiraba la flauta por la cabeza cuando no le salia la canción o te andaba tirando bombas de agua encima. Es una buena compañía. Espero que su deporte tuerca no le cobre ninguna. El año pasado tuvo un terrible accidente y no le pasó nada, pero el dolor de guata y la angustia que tuve cuando vi la foto del auto fue casi incontenible.

Ellos son mis ellos, a veces se han alejado pero vuelven. Ellos han estado ahí para hacerme otro tipo de compañía, para hablar de otras cosas, para reirme un rato, para recordar los Simpsons, para enseñarme algo de mecánica, para leer el diario, para hablar del dólar, para ver tele o simplemente para molestar a mi mamá cuando se pone latera. Igual cuando no están cerca, los echo de menos.
divagaciones de eat-desserts a las 11:40 p. m. | 20 guiños
Eddie, Boston y otras cosas
14 junio, 2006
Escucho en estos momentos uno de mis tesoros musicales, orgullosamente comprado en gringolandia, mi cd de Pearl Jam, el último. ¿Qué tiene Eddie Vedder que me transporta instantáneamente a un mundo mejor e ideal?. No sé, tal vez su voz. En todo caso, es bastante mérito el que su música me haga sentir mejor.

Debía el relato de Boston. No sé cómo describirla, es una de las ciudades más bellas y elegantes que he visitado (aunque no he visitado tantas ciudades tampoco). Es una ciudad de la que los gringos se deben sentir orgullosos, tanta historia, tanta pulcritud y orden. Sólo estuve tres días allí, visitando sólo el downtown y Cambridge donde está la Universidad de Harvard. Sólo me llevo la impresión de una visita rápida, pero aún así, valió la pena.

Vuelvo a subirle el volumen a mi canción, me sigue cantando Eddie Vedder y su voz desgarradora, me recuerda que ya estoy en mi casa de vuelta, que el tiempo de soñar y descansar se ha acabado y que, cada vez que vuelvo me envuelve la nostalgia, la pena, la rabia que se mezclan con los recuerdos de una buenas vacaciones... Definitivamente necesito sol y horario de verano.
divagaciones de eat-desserts a las 7:11 p. m. | 21 guiños
Flotar, escapar, correr...
11 junio, 2006
Escape, dice el letrero.
¿cómo es eso?. Sólo voy de aquí para allá sin un rumbo fijo.
Flotar, flotar es mi único refugio. Es lo que me abraza y arrulla mientras intento escapar.

Volar, volar miles de kilómetros no me permite huir.
Huir como siempre, escapar, correr.

Flotar, me deja aquí. Me permite escucharme y parar.
Parar, parar de gritar, parar de llorar, parar de sufrir.

Correr, correr para allá, volver y sentir.
Sentir, sentir que sufro, que rio y que vivo,
sentir que miro y que veo, que escucho y que...
divagaciones de eat-desserts a las 6:29 p. m. | 9 guiños
La lluvia y España 82
08 junio, 2006

Así como el Shock tiene su rincón de los recuerdos, yo también tengo el mio dentro de mi cerebro.
Como ahora llueve, la nostalgia me ha invadido en forma abrumante y leyendo por aquí y por allá del Mundial de Fútbol (www.emol.com) me transporto instantáneamente a España 82 (acepto toda clase de comentarios, es más, tengo buena memoria). Éste sería el primer mundial del cual tengo recuerdos porque de Argentina 78, no tengo ninguno.
El Naranjito Hincha venía a invadirnos junto a aquel invierno de 1982, cuando yo tenía clases en la tarde y los partidos también los transmitían a medio día.
Como Chile participaba en aquella ocasión, todo era más emocionante. El histórico penal de Caszeli lo vimos en diferido, como 1 hr después, en alguna tele del colegio, de esas de la sala de audiovisual de las monjas (donde vimos las Indiana Jones y El Exorcista sin censura). También llovía ese día, como hoy y las sopaipillas de mamá fueron infaltables.
Mi tía de Conce, vivía en ese entonces con nosotros y tenía un avanzado embarazo. Con ella vi el partido Chile versus Alemania. ¡Qué papelón!, ¡como 4 goles nos metieron, si no me equivoco!. Mi tía casi tuvo la guagua ahí mismo, tanto rabiar contra el Gato Osbén, el arquero con bigotes.
El partido contra Argelia fue un fin de semana, sin colegio, así es que nos quedamos pegadas con mi nana todo el día viendo fútbol y los comentarios. Otro desastre de partido. Sólo recuerdo que era el último partido de la primera ronda y ya estábamos casi eliminados. Todos tenían fe en que Chile iba a salir a jugar relajado y que ganaríamos. Perdimos, los africanos igual nos metieron varios goles.
La avalancha de comentarios no los recuerdo muy bien, pero me quedó dando vueltas en la cabeza (y como a esa edad los niños tienen pensamientos concretos) la expresión “subirse al carro de la victoria”. La frase más dicha en esa ocasión, no sólo por los periodistas deportivos, sino por cualquiera que comentara el fútbol y el mundial. ¿Qué carro?, ¿cómo era eso de que la victoria andaba en carro?, ¿sería un carro alegórico?.
Ha pasado mucho tiempo desde eso, espontáneamente me dan vueltas nombres como Zicco, Paolo Rossi, Rumennigge (¿sería por los goles que nos hizo?), Platini, pero no me pregunten quién fue el Campeón porque no me acuerdo.
divagaciones de eat-desserts a las 6:34 p. m. | 13 guiños
En la tierra del tío Sam: hoy NY
01 junio, 2006


Siempre dicen que no hay que escupir al cielo porque te puede llegar de vuelta. A mí me pasó.
Recuerdo que cuando era más chica siempre decía que no me interesaba ir a Estados Unidos. Cambié de opinión como muchas otras veces.


Decidí después de que un colega enfermó y fue sentenciado a muerte, a hacer este viaje que había postergado por falta de guata, corazón, agallas, compañía o como sea.


Hay muchas cosas. Mejor una lluvia de ideas:

^ La gran decepción: La estatua de la Libertad. Estuve totalmente convencida (qué ingenua), que era inmensa, gigante. Hoy me dijeron: "qué querías, ¿que fuera como un rascacielos?". No era así, debe ser un poco más grande que la Virgen del Cerro San Cristóbal.

^ Lo mejor: Central Park. Inmenso, hermoso, acogedor. Invita a tirarse al pasto, dormitar, leer un libro escuchando a Pearl Jam en el Ipod. Invita a llevar un mantel y hacer un picnic.



Invita a llamar a alguien que te venga a acompañar, sacarse los zapatos o las hawaianas y conversar de la vida. Mi vida soñada. ^ Lo más glamoroso: la Quinta Avenida. Me acordé tanto de la Clau y el glamour. Nada, nada ni siquiera Ginza en Tokyo me dejaron pasmada ante tanto lujo, tienda de diseñador y zapatos como los que usaba Carrie en Sex and the City. Caminamos por ella más de 50 cuadras y junto a las tiendas, aparecen los museos y Central Park.

^El dato top: fueron dos. Cómicamente de los dos Felipes que conozco: ir a Rockefeller Center de noche para ver desde arriba la ciudad iluminada junto al Empire State (gracias al ex Hincha) e ir a Staten Island para ver la isla desde el frente (gracias a Kung Foo), este paseo a parte era gratis.

^La moda: chicas anoten, en el verano del hemisferio norte la lleva la simplona y nunca bien ponderada hawaiana. Las gringas andaban vueltas locas chalupeando de lo lindo. Eso sí, con las uñas de los pies pintadas rojas, ojalá en el Spa para las nails.

^Lo curioso: adonde fui y que sonaba música era música ochentera. Lo mejor fue ir a la tienda de diseño del Museo de Arte Moderno, donde el DJ pinchaba vinilos ahí mismo, casi para ponerse a bailar con sólo música de mi niñez.



^Todo el mundo usa Ipod o similar.

^Todo era caro, caro, caro. ^El café con leche, hecho con café expreso era delicioso. Starbucks unos ladrones. El café del boliche del chino era mucho mejor y costaba menos de 1 dolar.

^ Me saqué la foto que me dijo Alejandro Bello.


En Grove street con Bedford, pero no sé si le achunté a la esquina y no sé qué era (espero explicación). Y en fin, tantas otras cosas que contar, que mejor voy de a poco. Por ahora, un gusto igual haber vuelto, igual los eché de menos.El trabajo sinceramente lo olvidé y fue algo traumático volver a trabajar ayer después de sólo 4 hr en este país, pero lo comido (ni tanto) y lo caminado y lo disfrutado no me lo quitará nunca nadie.

to be continued! nota: ahora agregué la foto de la esquina, antes estaba sólo la de los nombres de las calles.

divagaciones de eat-desserts a las 7:11 p. m. | 18 guiños
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