La micro nos estaba esperando en la calle Rengo, afuera del colegio. A la mayoría nos habían ido a dejar los papás con los hermanos chicos que rezongaban que también querían ir.
Nos íbamos a Pirque. Ni idea donde quedaba, por ahi por El Cajón del Maipo o algo así, pensé.
Mi mochila incluia mi cool trajebaño y en la mano abrazaba mi nuevo saco de dormir, perfectamente empaquetado por alguna mano taiwanesa, porque yo no lo había desarmado, mi mamá tampoco.
Llegaban todos los compañeros. En ese tiempo yo era bien cuero de chancho, no me importaba no ser una chica popular. Yo quería dormir en saco de dormir propio, en una cabaña, fuera de Santiago y chapotear en la piscina.
Llegaban los profesores. Me dí cuenta que iríamos, obviamente con nuestra profesora jefe que era la reina de las pernas, pero simpática y con el maldito profe-no profe, multiuso que incluia la clase de formación cristiana y el grupo de scouts.
Suena Charly García:
"Ella es menor, él es normal
y lo que están haciendo es un pecado mortal
ella se quedó sin boda ni arroz
y al novio lo agarraron entre muchos más que dos"
Qué buena la canción, era la primera vez que la escuchaba y era muy pegajosa. Me la aprendí al tiro y el cassette de Charly sonó todo el viaje y los siguientes 4 años en todos los carretes del curso (a los que me comencé a unir después de ese viaje).
Bien, todo bien. La piscina era genial, hacía calor y todos nos divertíamos en buena onda. No me acuerdo la distribución de las cabañas, pero obvio que fue las mujeres por allí y los hombres por allá.
Llega la noche, la cena (que me la comí toda porque hasta ese tiempo era una chica malcriada que no tomaba sopa ni comía cosas que consideraba "asquerosas") y el maldito profe anuncia que vienen los "juegos nocturnos".
oh-oh! ¿qué será eso?. Espero que no sea ninguna gracia scout (no le voy a los scouts, sorry), pensé.
Error, my dear. Se trataba de una carrera en busca de un tesoro que estaba escondido afuera, en el campo. Estaba oscurísimo y empecé a jugar a regañadientes (me había portado super bien hasta ese instante, había participado en todo y hasta me había comido toda la comida).
Corría y corría y no veía nada, escuchaba a mis compañeros de equipo correr cerca mío. Hasta que vino lo peor: de un segundo a otro pasé de no ver nada a ver las estrellas. Volé de espaldas, me caí en una zanja y me golpeé la cabeza. Hasta el día de hoy no sé si las estrellas que ví estaban en el cielo o dentro de mi cerebro. No entendía nada, por qué había aparecido acostada en la tierra mirando el cielo. Ahhhh! me había sacado la chucha!. Me paré enojada y me retiré del juego. Estaba entre asustada, adolorida y mareada. Me fui a mi pieza y me encontró el profe.
Me llamó al comedor y me trató de inmadura y desadaptada.Lo miré con odio y pensé sin decir ni una palabra: "váyase a la mierda, me duele la cabeza a reventar"...Yo sólo tenía 12 años.
Esa es la historia de por qué nunca más corrí en la oscuridad, ni en el campo ni en la playa. Aún no lo supero.