Llueve ni tan fuerte ni tan despacio,
llueve como para mojarme la cara que se asoma con mis ojos miopes a mirar el cielo.
Veo todo borroso y brillante a la vez, unas lágrimas me mojan la cara
y se confunden con la lluvia que lava las calles de las hojas secas.
Un escalofrio me recorre, por más que me arrope aún lo siento:
un aire apretado, morder de labios, calambre de mente,
deriva y dolor, deriva y mareo, deriva y preguntas.
No puedo tragar.
Un segundo eterno que se funde con la lluvia, el llanto y el viento
Un segundo eterno que me hace delirar,
que me bota como la fiebre en una tarde calurosa de invierno,
que me confunde, que me parte, que me mata.
nos leemos