el desenlace
30 julio, 2005
Varias cosas quiero escribir ahora. La primera es que me parece el colmo del mal gusto que la propaganda se apodere de los blogs...¡cómo que poner propaganda de la tele aquí!, ¡qué me importa a mí, si estoy ocupando mi tiempo libre en postear y leer lo que otros escriben, es porque NO quiero ver tele!. Me siento invadida, pasada a llevar, casi engañada y MUY apestada...aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah.

Segundo, de la historia anterior obviamente no tiene un final interesante. Pasó que en el avión a Miami nos sentamos con uno de los japoneses, el que hablaba inglés, nos cagamos de hambre porque no daban nada y si querías tomar algo con OH, tenías que pagar "five dollars". Nos seguimos lamentando de nuestra mala suerte por este retraso en más de 24 horas a nuestras casas después de haber estado casi 3 meses afuera. Después en Miami, casi perdemos nuestro vuelo a Santiago porque encontraron nada más raro que los chilenitos vinieran con dos japoneses y nos revisaron enteros los de inmigración, casi me tuve que sacar la ropa porque traia casi 1000 dolares en billetes debajo de los pantalones y me quitaron mi notebook. A estas alturas, yo ya no quería más guerra y Miguel lo único que hacía era quejarse y despotricar en contra de los cubanos que trabajaban en el aeropuerto. Se agarró con una vieja de la línea aérea porque él insistía en hablarle en español y la vieja le decía en inglés que no le entendía. Si me decían algo, yo había planeado mirarlos con cara de pregunta y decirles que no lo conocía. Además el tipo (que había estado con nosotros en el TIC en Japón, o sea era nuestro vecino de habitación) se quejó todo el rato de que no lo dejaban dormir allá porque todas las noches hacían "fiestas" en la pieza de un vecino de piso... A nadie se le negaba la entrada a la pieza en cuestión, la famosa 936, y no eran fiestas exactamente. Nos juntábamos a conversar, a escuchar música tipo Níquel y los Redondos de Ricotta que había llevado Gerardo el uruguayo, a fumar los que fumaban, a tomar cerveza, ron o lo que fuera, también a intercambiar dichos de nuestros respectivos países. De Chile, lejos el que sacó más risas, fue el de "se le soltaron las trenzas".
Entonces, Miguel que se quejaba tanto, lo tenía casi bloqueado de mi cerebro a esa altura del viaje. Llegamos a Santiago, nos dijimos chao, te mando un mail y bla bla bla y cuando salí a buscar mis maletas, faltaba la más grande, la de los regalos, no venía, horror. La aduana me la pasé por ahí mismo, ni ahí con que venía con notebook, dos cámaras digitales y un cd player, yo quería mi maleta con mis cosas. Hice el reclamo y salí por la típica puerta donde está afuera la gente apiñada esperando, no veía a nadie que me esperara, pero de repente ví a mi hermano. Lo miré, le dije tímidamente HOLA y me puse a llorar, como no había llorado desde que era chica, con hipos, con frases atropelladas, con dolor de guata. Mi hermano no entendía nada de nada, deben haber pasado unos 45 segundos, callé y me di cuenta que estaba en casa de nuevo y que realmente la vida continúa, life goes on. Así de simple, que desde ese instante todo eso sería recuerdo.

Lo otro que quería escribir era comenzar el desafío planteado...Como la hora pasa, lo dejo para el próximo posteo, tal vez a la noche.
divagaciones de eat-desserts a las 3:20 p. m. |

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