
Me he preguntado muchas veces por qué no vemos más gente en forma, trotando, caminando, corriendo o andando en patines, así como lo vi en Brasil.
La respuesta es que simplemente no se puede.
Como nos habíamos comido las empanaditas fritas y simplemente el paisaje estaba bonito, quisimos volvernos caminando. Pero no se trataba de un camino como una calle de la ciudad, era un camino interurbano, se supone. Ruta no sé cuánto que une Concón y Quintero. Al ojo creo que eran por lo menos 5 km, que con grata compañía y zapatillas se puede hacer de más.
Comenzó la cosa atravesando un puente y se veía venir negro porque el roce de las micros demasiado cerca de mi hombro me hizo recordar ese episodio en que a mi hermana el tapabarro la golpeó cuando estábamos todos en la vereda.
Ingenuamente y más bien instintivamente, me fui caminando todo el rato con el brazo izquierdo adelante en vez de al lado, como si eso fuera a salvarme del inminente atropello.
Adornando este espectáculo de cuatro mujeres "viajeras-no turistas", cada una con una bolsa en la mano, caminando en perfecta fila quedaban las miradas atónitas de los automovilistas (¿qué onda? ¿nunca habían visto gente caminando por el camino?) y los gritos de los camioneros, en distintos tonos de "huashita".
Seguimos caminando y ya no había berma, las micros, camiones y autos cada vez se venían más encima nuestro y decidimos abdicar, no sin antes captar más gritos, miradas y picadas de zancudos. A mí ni se me ocurrió pensar en otros peligros del camino a la hora del ocaso, menos mal porque con los autos encima caminando por el lado derecho en vez del izquierdo, me bastaba y me sobraba.
¿Adivinen quién no quiso caminar y finalmente se fue en taxi?...sabia decisión por lo demás (par de cabras locas suicidas ¿cuándo vamos a caminar a la carretera de nuevo?)
pd: el de la foto es el camino interno de adonde fuimos, el otro está afuera.-
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